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Teología

Don y Maldicion

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El pecado como detractor de la felicidad en el cristiano


Carla Renée Ramírez

El deseo de salvación es inherente a la mentalidad cristiana puesto que en buena medida la doctrina esta encaminada a ello. Es la meta del alma si tenemos en cuenta que su tránsito por la tierra es pasajero y minúsculo comparado con todos los elementos de la creación y la eternidad del tiempo. Ahora bien, el individuo pese a estar conciente de lo ínfimo de su existencia debe cumplir con los preceptos que su religión le ha impuesto. Pese a esta necesidad de seguir los lineamientos morales cristianos el hombre, digamos por un impulso natural, esta encaminado a la persistente búsqueda de la felicidad, entendida como la dicha obtenida mediante la satisfacción de deseos terrenales. No obstante, es su deber ante la ley de la iglesia cumplir con los mandamientos y sacramentos aunque queden por encima de esta búsqueda. La anteposición de los dogmas religiosos a la continuidad de la dinámica natural del ser humano si bien no es únicamente cristiano, tampoco es un precepto universal. Dicha sujeción, aunque como sociedad eminentemente cristiana nos suene lógica, carece del pragmatismo que pretende por ejemplo el budismo zen que exalta la realización personal. Con ello me refiero a que si bien los mandamientos fueron planeados a modo de ley social que en principio perseguiría un bien común, no están encaminados a la felicidad individual.

Si nos remitimos propiamente a la Biblia para encontrar como llegar a la felicidad hallamos que ésta proviene de la gracia divina, que el camino a ella es tortuoso; que el pecado es el principal detractor de la gracia y que la iniquidad es la representación del mal en el hombre. En resumidas cuentas hallamos que la observancia de la ley divina esta muy por encima de la satisfacción personal, y más bien orienta al individuo a encontrar en la obediencia una realización individual. El principal mecanismo de sujeción es el concepto de pecado tan apegado a la religión judeocristiana. A simple vista y con conocimiento del enorme peso que tiene el perdón de los pecados para lograr la salvación, hay más bien una constante lucha del individuo contra la tentación para no incurrir en él. Este freno moral, para la no satisfacción de los deseos mundanos, lejos de llevarlo a la felicidad lo remite a un constante estado de angustia, al no saber si actúa bien ante los ojos de dios. Si estudiamos esta veta a grosso modo encontramos que el pecado tiene infinidad de representaciones en la vida del hombre, empezando por el pecado original que le es inherente a todo el género humano, hasta el pecado venial de carácter individual e intrascendente por naturaleza. Luego entonces ¿Cómo encontrar la felicidad sin transgredir la ley moral? Si entendemos que la salvación es la única felicidad que debe buscar el ser humano ¿Cómo aspirar a ella, si la simiente humana es pecadora? Acorde a los salmos, propiamente solo el justo, el que cumpla con los mandamientos y el que haga acto de constricción puede aspirar a la gracia divina, y a través de ella a la felicidad. Lo que nos remite al hecho ampliamente difundido por medio del “salve”, de que solo la salvación nos sacará de este valle de lágrimas. Esto implica que la vida terrena no es para gozar de ella, sino es el lugar de tránsito al que se vino a sufrir puesto que la mayoría de las cosas agradables al hombre son tomadas por pecado.

Dentro de la Biblia el pecado se traduce como el desobedecer las leyes sagradas que en buena parte están pensadas no solo para el desarrollo espiritual sino también en función de una sana convivencia basada fundamentalmente en el respeto al prójimo. Es en buena medida no hacer al otro lo que sería desagradable a uno. No es a gratuidad que el término iniquidad y pecado sean utilizadas indistintamente. En si se podría definir al pecado en base a los salmos como la ausencia de bien en los actos[1]. Giussepe Graniers en su articulo El Concepto y Tratamiento del Pecado en la ciencia de las Religiones[2] menciona que la religión al determinar las leyes morales que rigen a la sociedad provoca que el comportamiento tomado por pecaminoso se traduzca como comportamiento antisocial. Aunque pareciera que el orden debería de ser considerar al acto antisocial como pecaminoso, debemos resaltar que el concepto de pecado antecede al individuo en la sociedad judeocristiana. Toda vez que su presencia en el ámbito moral esta de tal suerte arraigado que antes de que el acto en si sea considerado como un atentado contra el equilibrio social, será juzgado como un delito contra la religión. Históricamente el decálogo judeocristiano fue concebido como regulación social, pero para entender la ruptura interna del cristianismo en lo tocante a este tema debemos pensar que ya no era una ley social, sino una ley moral. Toda vez que la Reforma replanteo en su totalidad al cristianismo tratemos de rastrear hasta que punto en sus primeros escritos lograron la permisibilidad de la que carece el catolicismo en pos de la felicidad. Analicemos primero las características del pecado para el catolicismo, para después contraponerlas a las teorías reformadas.

Naturaleza del Pecado

Podemos hablar de tres formas del carácter del pecado retomando la teoría de Levy-Bruhl. Aunque plantea un orden distinto, reconoce los estadios de la transgresión a nivel colectivo que nos ayudaran a comprender la ruptura en el cristianismo entorno a este tema. En principio puede ser concebido como una conciencia de la moral con la realidad social donde lo que se demanda al individuo es conservar un equilibrio. Posteriormente esta conciencia se torna en un mandato moral en forma despótica, donde la falta se torna en un tabú sustentado por dogmas y se exige la obediencia total en nombre de la religión. Como resultado del razonamiento y replanteamiento del dogma tenemos el concepto de moral laicizada donde encontramos una justificación por razonamientos filosóficos.[3]

El reforzar la idea de una falta que de origen podría ser una falta social y traslaparla al terreno de la moral repercute directamente en el individuo, que al tener conocimiento de que no hay otro juez que Dios, genera en él una autocrítica. Derivada de la necesidad de saber si puede contarse dentro de los justos, elegidos por Dios para la salvación. Con ello tenemos un primer acceso al acto de contrición puesto que el hombre deviene en juez de sus propios actos, y dependiendo del juicio que haga de la gravedad del mismo puede conducirlo a un estado de angustia. De este modo el ser humano tiene un freno interno configurado en base a los mandamientos y derivado de la noción de ser pecador por naturaleza y al mismo tiempo inferior al creador puesto que “la absoluta sacralidad de dios resulta en la absoluta profanidad del hombre.”[4] Esto resulta de la relación que hay entre creador y criatura, que siempre pondrá al hombre por debajo de la divinidad. No obstante, es en realidad el ser humano el creador de la divinidad a su imagen y semejanza. El estado pecaminoso en el que se encuentra sumergido el cristiano le es esencial a la religión para darle continuidad a los dogmas, aunque si entendemos a la religión como la construcción humana que es, podemos mas bien ver que resulta esencial al hombre occidental una especie de angustia metafísica. Es como si por si mismo quisiera menospreciarse ante su propia creación. En este punto la concepción original del pecado no solo se desvanece, sino que se tuerce con el único propósito de hacer que el hombre por si mismo pierda credibilidad ante los ojos de sus congéneres. Un claro ejemplo esta en el salmo treinta y seis que menciona como el prójimo del pecador pierde la fe en este “las palabras de su boca son iniquidad y fraude; ha dejado de ser cuerdo y de hacer el bien.”[5]

La victoria del pecado sobre la carne: Clasificación del Pecado

Esto nos lleva a hacer un recuento de sus principales divisiones: mortales son aquellos que restringen la salvación del individuo y lo marginan del culto dejándolo sujeto a una posible excomunión; graves son los que retiran la gracia divina al individuo, sus penas son mas fuertes y queda bajo la mira de la iglesia; veniales no dejan de ser faltas pero acorde a la creencia cristiana dios en su magnificencia puede perdonarlos mas fácilmente y requieren de penitencia; finalmente tenemos a los ordinarios que aceptan son recurrentes en el genero humano dada su “vileza” se cometen casi diario y están vinculados con la debilidad de la carne y la tentación su castigo es mas bien el vivir angustiado.[6] Los anteriores son por llamarlos de algún modo, corrientes y recurrentes, a demás que son personales. Pero no olvidemos al más grande de todos, el pecado original, hereditario por definición. Así observamos que el cristiano esta imposibilitado para vivir tranquilo, su salvación siempre estará en juego y la gravedad de la falta marcara la fuerza de la penitencia.

La pregunta obligada será ¿Cómo librarse de esta carga moral? Según la doctrina cristiana y específicamente los sacramentos, solo el acto de contrición puede liberar el alma del pecador. La formula parecería sencilla, reconocer la falta y arrepentirse, confesarla ante un representante de la iglesia y enmendar lo hecho o hacer penitencia. Lo que entendemos dentro de la teología como contrición, concesión y satisfacción. Suena bastante lógico, y hasta liberador, el problema es cuando cada una de estas partes se contamina con la avaricia y se torna en un proceso más bien burocratizado. Para el siglo xv la división de las formas del pecado ya estaba tan bien estructurada, que prácticamente todo lo que causara dicha era considerado pecaminoso.

Tras esta breve descripción del panorama tenemos que no se trata propiamente de una fórmula para llegar a la felicidad, ni siquiera es aspirar a ella terrenalmente, sino más bien reconocer que la vida esta llena de sufrimientos y el hombre debe de saber sobreponerse. La finalidad del hombre cristiano es agradar a la divinidad en pos de la salvación y no tanto la búsqueda de la felicidad, entendida como la satisfacción de necesidades básicas y deseos tanto físicos como espirituales. Como lo mencionamos líneas arriba el pecado será el principal detractor de la felicidad en el ser humano, al ser generador de una angustia constante en él. Las altas esferas eclesiásticas estaban concientes de la sujeción que esto representaba y concibieron mecanismos para si bien no hacer mas llevadera la vida por lo menos mas fácil la salvación. La venta de indulgencias es solo un ejemplo del negocio que representaba para Roma esta angustia existencial impuesta al cristiano. Dado que no le ofrecían a la feligresía un equilibrio espiritual, al menos le brindaban la confianza de una posible salvación.

La injusticia al servicio de la justicia: replanteamiento del acto de contrición

Realmente son muchos los factores que influyeron a la ruptura de la iglesia católica. Los planteamientos reformistas si bien son diversos en forma y fondo sostienen, en su mayoría, un replanteamiento de la noción de pecado y salvación. Martín Lutero, aunque no había sido el único en advertir dicha situación, al menos si logro sacar del tintero su malestar y exponerlo ante príncipes que no discrepaban del todo con sus argumentos. Pese a que no podemos hablar de “el motivo” de la Reforma cristiana, si podemos observar una oposición a varias de las medidas tomadas por el Vaticano para resolver problemas de la vida diaria, que como lo menciona Lutero “confunde a todos los estados mediante leyes humanas y les hace insoportable la vida.”[7] Tras haber revisado algunos escritos de Lutero, Zuinglio y Calvino, pude observar que su concepto de pecado puede discrepar en ocasiones pero esencialmente proponen un replanteamiento que analizándolo con detenimiento tiene mucho en común. Específicamente en los tres casos reconocen la ineficiencia de cada una de las partes del acto de contrición como sacramento. Puesto que para la contrición debe de plantearse si algo es o no pecado, en base a las escrituras no en base a la iglesia. El procedimiento de la confesión queda también en tela de juicio, aunque cada cual propone un nuevo método. Finalmente la satisfacción o penitencia debe de ser reestructurada. Todo siempre en base a la Biblia, lo que exige un conocimiento por parte de la feligresía de dicho texto.

Cabe separar el termino conocer las escrituras y creer en ellas. Puesto que no es lo mismo, y al menos en el caso de nuestros reformadores es distinto. En Lutero advertimos que reconoce la importancia del estudio de las escrituras y su discusión para llegar a una autocrítica. El debatir las escrituras no implica que no se crea en ellas, sino que estén al alcance de todos para vivir conforme a las enseñanzas de Cristo y encontrar así la salvación. Por otro lado tenemos a Zuinglio que admite que la salvación reside en creer en el Evangelio y, “por el contrario, nuestra condenación consiste en la incredulidad. Y es que el Evangelio contiene claramente toda la verdad. [8] Es por demás conocida la teoría calvinista de la predestinación, donde independientemente de todo lo que se haga solo hay unos cuantos salvos.

En los tres casos al menos podemos ver un camino a la salvación conociendo las escrituras. Si no se conocen no se puede vivir en humildad como Cristo acorde a Lutero, no se llega a la salvación planteada por Zuinglio y no hay manera de saber si se es salvo o reprobó en el caso de Calvino. Luego entonces el conocimiento jugará un papel fundamental para acceder a la vida eterna. Para el tema que nos concierne, el pecado en detrimento de la felicidad, es importante analizar acorde a nuestros autores que lugar ocupa la ignorancia en la transgresión de la ley divina. Pues debemos reconocer que realmente lo único que se necesita para pecar es conocer el pecado. Como lo menciona Lutero “el conocimiento del pecado es en sí sentir el pecado, y el hombre pecaminoso es el que su conciencia le oprime y lo empuja aquí y allá, sin saber a dónde ir.”[9]

Infracción Inconciente: la ignorancia como causa del pecado

En párrafos anteriores mencionamos grosso modo las principales divisiones del pecado, y su posible penitencia. Pero debemos reconocer que si no estuviéramos al tanto de las divisiones difícilmente podríamos juzgar la gravedad del asunto. Pero ante todo debemos saber si algo es o no un pecado. Si al merendar se pide una doble ración de alimento, ante el resto de la familia podría tacharse de gula, pero si no hemos probado bocado a lo largo del día sería permisivo. La llamada concupiscencia carnal aflige en demasía al cristiano, tan solo recordemos la popular frase “no es por vicio ni por fornicio, sino para poner un hijo a tu servicio,” inmediatamente después del matrimonio la iglesia pide que éste se consume. Entonces no es lujuria, se cumple con un deber. A lo que voy es que si no se conocen las escrituras pareciera que se tiene la obligación de que todo sea repulsivo al ser humano para vivir en santidad; o a la inversa, si se desconoce totalmente la división de los pecados, o las palabras lujuria, avaricia y envidia no figuran en el léxico del creyente, es más propenso a caer en pecado. Los dos extremos son inapropiados.

La ignorancia acorde a Zuinglio esta en detrimento de la salvación en principio por que implica un desconocimiento de las escrituras, pero también implica un desasosiego para el infractor pues le da pauta para considerar como pecaminoso aquello que no lo es[10]. La fortaleza para continuar así como la luz de la verdad solo puede venir del evangelio. Por otro lado debemos reconocer que la gama de pecados es tal y puede ser interpretada de tan diversas maneras que casi cualquier cosa podría considerarse pecado, del mismo modo que faltas ordinarias podrían pasar desapercibidas. Por ello Lutero reconoce que “solo podemos conocer una pequeña parte de los pecados. Y finalmente sucede que también las buenas obras con consideradas pecados.”[11] En ambos casos vemos como hablan de un conocimiento parcial del pecado derivado de la ignorancia, pero este desconocimiento no implica que peligre la salvación propiamente, sino ponen en riesgo el sano juicio del creyente, que juzga como negativa toda acción por él realizada. Puesto que de antemano ambos dan por hecho que el feligrés sabe en que consiste un pecado, y dadas las artimañas del vaticano para conservar a su público cautivo, lejos de minimizar al pecado se ha hecho superlativo. Para esos momentos el perdón de los pecados por el camino sencillo, por así llamarlo, estaba al alcance del bolsillo de unos cuantos. Mientras que el grueso de la población debía de recurrir a la satisfacción impuesta por el párroco en ocasiones excesiva. De los testimonios que acabamos de citar inferimos más bien que van dirigidos a un público más amplio y oprimido por los excesos de la iglesia. En lo personal encuentro sus palabras mas conciliadoras que recriminadoras. Pero tengamos en cuenta que ambos proponen un descanso espiritual en medio de la sobresaturación de normas morales, todo en beneficio del creyente, para así evitar su desconsuelo.

Veamos la otra cara de la moneda, qué pasa cuando se conoce parcialmente la palabra de dios, o dicho de otro modo, se desconoce su poder sobre los seres humanos, esta relación creador-criatura. Pues resulta natural que se minimice su importancia. En palabras de Calvino “cuando no se tiene en cuenta la palabra de Dios se pierde todo el temor que se le debe.” [12] Aquí el papel de la ignorancia es otro, de hecho es al contrario, puesto que ignoro la palabra de dios, ignoro su supremacía, e ignoro mi inferioridad. Si bien se desvanece la sobre preocupación de la que hablan Zuinglio y Lutero dado que es lo opuesto, también se disipa la inferioridad ante el creador y da pie al libertinaje. Aquí entramos a un punto que analizaremos mas adelante, la vileza natural del ser humano. Pero dejémosla momentáneamente del lado y recordemos que el tono en el que escribe Calvino no es de reconciliación con el resto de la feligresía, sino más bien lleva la túnica de exhibir la bajeza del género humano y la magnificencia de Dios. De hecho para Calvino, la ignorancia puede ser una muestra del empeño del hombre en evitar discernir entre el bien y el mal, “es falso decir que peca solamente por ignorancia.”[13]

Infracción Conciente: La naturaleza pecaminosa del hombre

En los tres casos encontramos algo fundamental en común, y es que el género humano esta por herencia contaminado gracias al pecado original. Lo que implica que por su propia cuenta no puede actuar conforme a la ley moral. De hecho Lutero en su explicación del salmo cincuenta y uno, Misserere, admite que el hombre es “eminentemente pecado” [14] como parte de la herencia de Adán y Eva, puesto que después de semejante falta resulta imposible que el hombre haya salido del paraíso con la razón intacta. Pero actuando conforme a la Biblia y las enseñanzas de Cristo es posible lograr la redención. Pone el ejemplo de David que incurrió en gran parte del decálogo, sin que esto envileciera su alma, todo gracias al arrepentimiento. Esto no quiere decir que sea decisión del hombre salvarse o no, quiere decir que Dios llena de gracia al que por sus acciones lo amerite, y así puede acercarse al creador y encontrar la paz. El hombre carece de libre albedrío según Lutero, puesto que Dios siembra en el la semilla de la fe es que puede crecer espiritualmente. No se trata de un querer es poder sino de un creer es poder. Por otro lado tenemos a Zuinglio que básicamente acepta que mientras se actué en nombre de Cristo las obras del hombre serán buenas y no incurrirá en pecado. Por otro lado menciona que toda obra realizada por cuenta propia carece de la santidad. [15] Con esto reconoce que las acciones netamente humanas están no solo desapegadas del canon divino, sino que son impuras por provenir del hombre. En esencia no discrepa con Lutero, solo en forma.

Volvemos a una cuestión muy similar a la de la ignorancia, donde si bien admiten que el hombre depende de la gracia divina también encuentran que hay un modo para resarcir el daño de manera individual. Ambos encuentran en Cristo al redentor, que si bien no limpio de toda culpa al género humano, al menos les mostró el camino a seguir para lograr la vida eterna y la tan ansiada felicidad terrenal. Su propuesta continua siendo seguir los pasos de Cristo al vivir en humildad y conocer su palabra. Buscan mas bien la respuesta para desperezar al sujeto de su amodorramiento espiritual, con el fin de buscar su propia salvación y su equilibro espiritual sin la sujeción de Roma.

Entremos pues a la visión mas peliaguda del asunto con Juan Calvino. Mientras con Lutero tenemos la aseveración de que el hombre es eminentemente pecado en Calvino pierde sutileza la frase para convertirse en el hombre es pecado. Con Lutero y Zuinglio existe la posibilidad de liberarse espiritualmente, aunque parcial, del yugo del pecado original por medio de Cristo. Calvino simplemente reitera, que el hombre es impuro por naturaleza, desde su expulsión del paraíso perdió, la gracia divina, quedando solo para unos cuantos. Si bien su voluntad no desapareció quedó supeditada a la frivolidad de la carne[16], y como el hombre es vil por naturaleza ningún acto por él efectuado puede ser bueno. Propiamente aduce esta depravación a la soberbia de Adán, que se sintió igual a Dios y perdió el temor a él. [17] Volvemos a esta relación creador-criatura, y de hecho de aquí parte, cuando Adán desobedece a Dios se pone como un igual, el creador en represalia restó atributos a su criatura y su descendencia.

Entonces ¿Qué hacer con una voluntad corrupta y vana, fértil en toda clase de mal? Seria simple dejarlo en manos del libre albedrío del hombre, pero acorde a Calvino es una falacia, puesto que el albedrío es básicamente el distinguir entre el bien y el mal, y la libertad se refiere a la voluntad.[18] [19] Dado que ambas están corruptas, ni hay albedrío y mucho menos es libre, dado que el hombre es inmundo por naturaleza.



La Victoria del pecado sobre la ley: la naturaleza pecadora del hombre


Acorde a lo anterior el pecado le es inherente al hombre, porque como vimos con nuestros tres autores no puede actuar de manera correcta por mas que lo deseara, por que simplemente su naturaleza es indigna de reconocer el bien a simple vista. Calvino menciona que el llamado pecado conciente no puede evitarse porque “no depende de la creación, sino de la corrupción de la naturaleza el que los hombres no puedan querer más que el mal, por están sometidos al pecado. {…} los que pecan por necesidad no dejan por lo mismo de pecar voluntariamente.”[20] La enorme diferencia de nuestros tres caballeros es que Calvino, a diferencia de Lutero y Zuinglio no reconoce un camino para la salvación, más bien encuentra que La ley moral saca a la luz la debilidad de la carne y la flaqueza de la voluntad, donde solo los salvos perseveran y los réprobos se echaran por tierra. Es por ello que la ley moral se convierte en un don y maldición. Dado que teóricamente ayuda a sacar a la luz solo a aquellos que logran sobrellevar la tentación y arrepentirse. Es por ello que al menos en Calvino no hay un perdón de los pecados en esta vida. El ideal sería simplemente no incurrir en ellos, llevar una vida de humildad plagada de restricciones donde asome la perseverancia del individuo.

Por otro lado Lutero hace hincapié en que un pecado venial, correspondiente al carácter público, no necesita propiamente de la absolución por parte de un cura sino que después del acto de contrición el individuo puede corregirse interiormente al hacer del conocimiento de sus hermanos su falta teniendo así la posibilidad de enmendarlo entre iguales. Por ende no desacredita el acto de confesarse, al contrario a lo largo de su obra reconoce que es el único remedio para la conciencia afligida del pecador. La propuesta luterana es no buscar el perdón institucional proporcionado por la iglesia, sino un ejercicio de aceptación de la transgresión y un análisis del contrito con su oyente en base a las escrituras. Dicha absolución entre iguales deviene de uno de los planteamientos fundamentales de la reforma luterana: el sacerdocio universal. Donde no es necesaria la presencia de un párroco para efectuar los sacramentos, sino que el creyente conserva en su interior la palabra de Cristo, y en ella la presencia de la divinidad. Dejemos en claro que la principal diferencia deriva de que para que un hombre se sienta orillado a hacer uso del sacerdocio universal[21] para confesar sus pecados al prójimo, necesita haber experimentado previamente el arrepentimiento, mas para no caer en un falso juicio de la gravedad de un pecado debe tener previo conocimiento de la Biblia. De hecho Lutero reconoce como un pecado aun mayor la negación del mismo.[22] Para él ha de ser un individuo el que juzgue desde su propia perspectiva, en base a las escrituras, si la acción realizada por el contrito es o no considerada una transgresión a la ley moral. Pero esto no significa que consideren que el espíritu del hombre sea bueno por naturaleza y puede hacer libre uso de la razón, como ya lo mencionamos es únicamente a través de la palabra de Cristo. De hecho le da un peso enorme a la contrición, puesto que es el primer acercamiento que tiene el hombre con el pecado.

Las penitencias, en su enorme gama promueven en ocasiones el ayudar al necesitado. Lutero recoge este tipo de penitencia y las considera positivas en tanto que socorren al prójimo, claro esta evitando el pago de licencias para entrar al cielo. Para él la penitencia debía de entenderse y sobrellevarse a través de la promesa divina y de la fe. No obstante el catolicismo lo considera de gran importancia incluso superior al acto de contrición, sin tomar en cuenta que es resultado de la fe que “ha obrado la contrición y el dolor del corazón”[23] del mismo modo que el arrepentimiento tendrá por causa “la verdad inalterable de la conminación y de la promesa divina que excitan la fe. “[24]

En lo que a nuestro tema concierne un punto fundamental en común entre Zuinglio y Calvino es que únicamente Dios puede perdonar las faltas, y es soberbia por parte del hombre pretender que éste puede hacerlo. “Quien permita a la criatura humana perdonar pecados despoja a Dios de su gloria para dársela a lo que no es Dios.”[25]Zuinglio al tomar a dios como único juez y al hombre por cosa vil, descarta la importancia del sacramento, no desconoce su importancia nivel social, incluso menciona que hablar sobre los pecados con otro es prudente pero no debe tenerse como absolución de los pecados. Se trata mas bien de solicitar prudente y buen consejo.[26] Por lo mismo desecha la penitencia que califica de consecuencia del juicio u opinión puramente humanos. Dichos actos tampoco borran los pecados, sino que solamente han de ser impuestos para que los demás se atemoricen. Su principal sustento ideológico para esta aseveración es que si la carne de Cristo fue torturada en nombre de la humanidad, para que flagelarse si es una ofensa a Cristo. Solo recomienda reconocer los errores para enmendarse interiormente, pero el perdón propiamente no puede venir de la mano del hombre.

A estas alturas podemos ver que si bien el perdón provendrá de la palabra divina o de dios propiamente, la confusión en torno a las sensaciones que experimenta el individuo al no encontrar consuelo es enorme. Teóricamente acorde al catolicismo la satisfacción o penitencia brinda este consuelo al alma del pecador, mientras que para los reformadores la contrición ayuda pero no enmienda. La base que a fin de cuentas sirve para sobrellevar la culpa y la ansiedad originada en el pecado, es la fe. A lo largo del texto que acabo de presentar pretendía tan solo mostrar este panorama tan desalentador para el cristiano. Como lo dije con anterioridad, la idea era rastrear quizás alguna propuesta para alcanzar la felicidad terrenal en base a preceptos cristianos, pero como ya quedo expuesto más bien el cristianismo busca que sus fieles sean infelices. Tan solo quedaron expuestas varias formas de no ser tan infelices y aspirar a la felicidad eterna. Parece más bien la receta para hacer que este valle de lágrimas sea más llevadero. La clave parece estar en que la promesa de felicidad esta después de la muerte. Por lo que la vida y sus desavenencias son minucias.

Únicamente encontré en Lutero esta preocupación por remediar la ansiedad del fiel proponiéndole una fe digna y más humana. Quizás sea el resultado del talante de Lutero que mas bien esta encamando a ayudar al prójimo, o incluso es tan solo reflejo de lo que interiormente debió padecer antes de llegar a semejantes conclusiones. Aunque Lutero se muestra mas humano que Zuinglio y Calvino, no deja del lado los ya de por si oxidados cimientos del cristianismo. El pecado en si es un tema por demás delicado, quizás fue mucha mi osadía al abordarlo. Reconozco que quedan muchas cosas en el tintero, simplemente como mero ejercicio y por curiosidad estuve investigando únicamente en el budismo zen, secta japonesa del budismo caracterizada por el despego y el constante cuestionamiento a todo incluyendo a Buda, el concepto de arrepentimiento. Para mi sorpresa, no existe, pero el concepto de felicidad y realización personal es básico. En lo anteriormente expuesto lo mas cercano a la realización personal esta en el vocare y la perseverancia de Calvino, y en esencia es muy diferente. Esto me siembra la duda de en ¿qué momento el hombre occidental tuvo esta vocación para sufrir? El estadio dogmático al que hice referencia en un principio pareció haber echado raíces muy profundas en el espíritu judeocristiano. Queda por estudiar que tan maravillosa puede ser la vida eterna y la salvación que sea necesario menospreciar la que tenemos. Aunque las propuestas de Lutero, Zuinglio y Calvino fueron radicales con respecto a las de la iglesia católica, no pierden este menosprecio por la vida terrenal y la raza humana.

Bibliografía

· CALVINO, Juan. Institución de la religión cristiana: Libro Segundo.trad. de Cipriano de Valera (1597); reeditada por Luis de Usoz y Río (1858) Madrid,Visor libros, 2003. vol 2º

· Giussepe Graniers coomp. El Pecado en las Fuentes Cristianas Primitivas. Ed. Rialp, Madrid 1963. 352 pp.

· LUTERO, Martín. Salmo 51: El Salmo Miserere en biblioteca virtual de la Iglesia del Señor Viviente de la Iglesia Presbiteriana Ortodoxa, Santa Ana, consultado diciembre de 2006. En protocolo de hipertexto www.iglesiareformada.com/Lutero_Salmo_51.html

· ­­_______________. Tratado sobre la indulgencia y la gracia en biblioteca virtual de la Iglesia del Señor Viviente de la Iglesia Presbiteriana Ortodoxa, Santa Ana, consultado diciembre de 2006. En protocolo de hipertexto www.iglesiareformada.com/Lutero_Indulgencias.html

· ________________. Escritos reformistas de 1520 : A la nobleza cristiana de la nación alemana acerca del mejoramiento del estado cristiano : La cautividad babilónica de la iglesia : La libertad cristiana. Pról., selec. y notas Humberto Martínez. México, SEP Dirección General de Publicaciones, 1988. 258 pp.

· ZUINGLO, Ulrico. Las sesenta y siete conclusiones en biblioteca virtual de la Iglesia del Señor Viviente de la Iglesia Presbiteriana Ortodoxa, Santa Ana, consultado diciembre de 2006. En protocolo de hipertexto www.iglesiareformada.com/Zuinglio_Conclusiones.html



[1] Sin entrar en controversias deseo asentar que estoy conciente de la enorme ambigüedad del término “bien”, pero solo remitámonos a la más burda definición por parte de la cristiandad, en la que el bien se refiere a no hacer daños a terceros, no atentar contra la fe, apegarse a la ley moral y ayudar al prójimo.

[2] Giussepe Graniers El Concepto y Tratamiento del Pecado en la ciencia de las Religiones en El Pecado en las Fuentes Cristianas Primitivas. Ed. Rialp, Madrid 1963. p.8

[3] Ibid. p. 8-10

[4] Ibíd. p.11

[5] salmos 36:3

[6] Anastacio Sage. “El pecado en San Agustín” en El pecado en las fuentes primitivas cristianas.op.citp. p. 239-242

[7] Martín Lutero Escritos reformistas de 1520: A la nobleza cristiana de la nación alemana acerca del mejoramiento del estado cristiano. México, SEP p 77

[8] Ulrico Zuinglio. Las sesenta y siete conclusiones en protocolo de hipertexto www.iglesiareformada.com conclusión 15

[9] Lutero Salmo 51 en protocolo de hipertexto www.iglesiareformada.com párrafo 16

[10]“Si alguien por debilidad o ignorancia se siente escandalizado, no se le debe dejar en su debilidad o ignorancia, sino que es preciso fortalecerle, a fin de que no considere pecado lo que no es pecado.” Zuinglio Opcit Conclusión 48.

[11] Martín Lutero “A la nobleza cristiana… Op. Cit. p188

[12] Juan Calvino Juan Calvino Institución de la religión cristiana: Libro Segundo. trad. de Cipriano de Valera (1597); reeditada por Luís de Usoz y Río (1858) Madrid,Visor libros, 2003. p. 164

[13] Ibíd. p. 191-192

[14] Lutero, salmo 51… Opcit. párrafo 11.

[15] Zuinglio Opcit. conclusión 22

[16] Calvino Opcit. p. 183

[17] “La infidelidad abrió la puerta a la ambición, y la ambición fue la madre de la contumacia y la obstinación, de tal manera que Adán y Eva, dejando a un lado todo temor de dios se precipitasen y diesen consigo en todo aquello hacia lo que su desenfrenado apetito los llevaba.” Calvino Opcit. p. 164

[18] Ibíd. p. 176

[19] “que todo el hombre no es en si mismo mas que consupisencia” Calvino Ibíd. p. 169

[20] Ibíd. p. 220-221

[21] Lutero, A la nobleza … Opcit. .. p 32

[22] Lutero, Salmo 51Opcit. párrafo 12.

[23] Lutero, La cautividad … Opcit. p.187

[24] Ibíd. p.187

[25] Zuinglio Opcit conclusión 51

[26] Ibid. conclusión 52