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Autobiografías de religiosas en el Virreinato de Perú

Autobiografías de religiosas en el Virreinato de Perú

Carla Renée Ramírez

Resulta complejo establecer un símil entre los dos primeros virreinatos, pues Nueva España tenía mayor peso comercial para la península, mientras Perú producía mas plata y por ende mas remesas. El comportamiento de ambos virreinatos denotaba una cierta competencia por la supremacía ante la metrópoli, sin que llegara a situaciones extremas. Más bien da esbozos de un orgullo local, a modo de proto-nacionalismo. Algunos de los elementos empleados como lábaros ufanos fueron la calidad de los frutos de la tierra, la riqueza de las minas, la docilidad del nativo, la piedad de los pobladores, la fastuosidad de los nuevos edificios, etc. Sin embargo, el rasgo medieval importado a tierras americanas más fructífero para dicha carrera fue el hagiográfico. La ‘carrera de santidad’ fue ardua, Perú fue el primero en dar una santa a la América española, Rosa de Lima, anterior al mártir novohispano Felipe de Jesús. Ambos territorios conservan una profunda raíz medieval al estar impelidos a producir proto-hagiografías locales como modelos de virtud y posibles candidatos a la canonización.

La existencia de una santidad americana es rasgo distintivo de una sociedad piadosa, para el discurso teológico es una aprobación divina de la fe difundida en el nuevo continente, mientras que para el discurso político es una justificación que ratifica lo establecido por la bula Breve Inter Caetera de 1493, que solicitaba la cristianización del nuevo territorio. Con la proliferación de modelos de virtud americanos se dejaba en claro el éxito del proceso de catequización. Como se ha señalado en repetidas ocasiones en el presente curso, la enclaustracion femenina es terreno fértil para la producción de biografías con modelos hagiográficos. La multiplicación de conventos en ambos virreinatos fue resultado de la Contrarreforma española por lo que tenemos un campo abierto para producir textos de esta naturaleza en ambos virreinatos.

Para entender a nuestro objeto de estudio, biografías monacales peruanas, debemos delimitar al virreinato de Perú. Estuvo conformado durante los dos primeros siglos de fundación por varias audiencias: Lima (1543), La Plata de los Charcas (1559), Quito (1563), Santa Fe de Bogotá (1548), Chile (1563-1573; 1606) y Panamá (1538). Fue creado bajo el nombre de Virreinato de Nueva Castilla, después llamado Virreinato del Perú. Pese a haber quedado delimitado por la segunda bula Inter Caetera, su extensión fue variando por varios motivos principalmente políticos. Para 1650 alcanzó su mayor amplitud territorial del actual Panamá al cabo de Buena Esperanza en Argentina y de las costas pacificas de Chile al “meridiano de Tordecillas” aproximadamente ubicado entre 49° 45’ y 42° 30’ dentro del actual Brasil, el cual fue móvil por discrepancias teóricas. Su importancia económica para la metrópoli resultó, en algunos casos, superior a la del Virreinato de la Nueva España, principalmente por la riqueza de sus minas. Algunas audiencias tenían mayor importancia por su producción agrícola. A diferencia de Nueva España que permanece unida hasta la guerra de independencia, el virreinato de Perú es dividido durante las reformas borbónicas en tres nuevos virreinitos, esto con la finalidad de evitar la expansión portuguesa. De la audiencia de Bogota, Quito y Panamá se desprende en 1717 el Virreinato de Nueva Granada. Después en 1776 se crea el Virreinato de Rió de la Plata que abarca los actuales Argentina, Bolivia, Paraguay y Uruguay. El virreinato de Perú queda reducido al Perú moderno y la cordillera de los Andes, actualmente Chile.

Para el periodo que se estudia en el presente curso, siglos XVI y XVII, tomaremos el referente del Virreinato de Perú conformado por audiencias. Se utilizará un ejemplo de autobiografía para la audiencia de Lima y otro para la de Chile, escogidos por la escasez de autobiografías conocidas y la particularidad de cada una. Cabe mencionar que la parquedad de ejemplos corresponde más a la escasez de fuentes consultables desde nuestro país, que a mi falta de interés o al precario estado de la cuestión. Aparentemente, es un tema ya tratado por especialistas de varias latitudes, consultable principalmente en bibliotecas como la Toribio Medina de Chile. La selección de dichos ejemplos fue hecha por el panorama que muestran de dos situaciones distintas. La primera es Jerónima de San Francisco (Lima 1573-1643)[1] madre de tres hijos abandonada por el marido, y la segunda es Úrsula Suárez (Santiago 1666-1749)[2] descendiente de conquistadores.


Jerónima de San Francisco (1573-1643):

“Vida de la venerable Gerónima de San Francisco, descalza, 1635”[3]


Más allá de recurrir a un simple anecdotario morboso de la vida de Jerónima trataremos de resumir el panorama al que se enfrentó en vida. Jerónima con tres hijos, debió llevar las riendas de la familia por la ausencia de su marido, el cual según ella relata “se fue a la tierra de arriba” a trabajar, pasando allí doce años. La interpretación de Nancy E. Van Deusen acorde a trabajo de archivo, es que el marido de Jerónima pudo haber estado en las minas de Castrovirreyna o Huancavelica.[4] Esta última tiene una importancia suprema en la América española por ser la mina más explotada de mercurio o azogue, indispensable para la extracción de plata. Cabe mencionar que para Nueva España el azogue debía ser importado de la península al no tener minas de mercurio en América del norte.

Jerónima, pese a su elevado estatus social, debió vivir de la caridad de sus allegados para mantener a sus hijos durante ese periodo. Solo gracias a sus contactos en la aristocracia peruana, logró contar con un poco mas de recursos. Sin embargo, la devoción a sus hijos se desdobla a una devoción divina, llevándola a vender sus pertenencias y dedicarse a una práctica contemplativa. Al desear tomar los votos se topó con la negativa ante la falta de autorización de su marido, por lo que solicita un permiso para tomar voto de castidad en el matrimonio, el cual le es concedido. [5] Hace votos formales de velo negro en 1612 en el monasterio de las Descalzas de San José de las Concepcionistas Recoletas. Un dato muy curioso es que al regreso de su esposo éste también toma los votos bajo el manto franciscano al igual que sus hijos. [6]

Ahora contextualicemos, Jerónima es instada por su confesor a escribir su biografía en 1635. Lo cual no es fortuito pues la Causa de Beatificación de Isabel Flores de Oliva después conocida como Santa Rosa de Lima data de 1634.[7] Estos aires de santidad que soplaban por el nuevo orbe no eran fruto de la casualidad, sino muestra del florecimiento del catolicismo en América. Su importancia es sustancial para el momento en que se generan, pues tras el Concilio de Trento (1545-1563), América se convirtió en tierra fértil y nuevo bastión del fragmentado catolicismo. Consideremos que la Contrarreforma católica defendió en términos teológicos dos modelos relativamente novedosos, el misticismo y la propaganda fide. Que consistían en una experiencia espiritual individual en comunión con la divinidad y la segunda en la propagación de la fe. La existencia de modelos de virtud americanos era un fruto tridentino, y su resultado la consolidación de la piedad popular con el ejemplo difundido.

Jerónima fue reconocida en su época como una mística piadosa, en palabras de su tiempo como una “santa popular”, incluso antes de hacer sus votos. Experimentaba arrobamientos y arrebatos místicos, que como ya mencionamos eran parte de la ‘nueva’ vertiente de la fe. Su extrema humildad y desapego por lo material la llevó a convertirse en figura pública más por la piedad que infundía que por sus posesiones. Si bien el misticismo era tolerado como plática individual, la proliferación, exageración o exposición pública de arrobamientos no era tolerada por la iglesia. Es por ello que en 1622 algunos jesuitas iniciaron una campaña contra todo aquel que fuera sospechoso de alumbradísimo.[8] Jerónima para entonces ya era tornera del convento permitiéndole tener contacto con la gente del siglo sobretodo para aconsejarlos.[9] Por ello sus primeros cuadernos que datan aproximadamente de 1620 fueron confiscados y mutilados, principalmente en los que refería sus visiones.

En ese mismo año se llevó a cabo la beatificación de los dos ejemplos contrarreformitas más importantes, Teresa de Ávila después Santa Teresa de Jesús, e Iñigo Oñaz de Loyola después San Ignacio de Loyola. Realmente la medida tomada por el Tribunal del Santo Oficio respondía más a un mecanismo de control ante la creciente proliferación de propagandas personales en pos de una beatificación, que a la experiencia plena y humilde del misticismo tridentino. Cabe mencionar que tuvo contacto con algunas de las figuras más reconocidas de su tiempo en el ámbito espiritual, Francisco Solano fue su confesor por breve tiempo, el milagro de Santa Rosa de Lima ante la invasión holandesa lo vivió dentro del claustro en 1615 y fue contemporánea de Martín de Porres. Como ya se mencionó esos aires de santidad barroca eran el primer resultado de las reformas católicas.

La versión de su autobiografía que llega a nosotros fue escrita en 1635 por orden de Antonio de Calancha (1584-1654) confesor de Jerónima. Aunque con menos referencias místicas conserva el modelo convencional de virtud femenina acorde a lo mencionado por Nancy E. Van Deusen.[10] Por lo antes expuesto queda asentado que la autobiografía de Jerónima de San Francisco da testimonio de su tiempo, al retratar las penurias que ella, como otras tantas mujeres, debió afrontar con la ausencia del marido en las minas de Huancavelica, así como la proliferación del modelo de santidad.

Úrsula Suárez (1666-1749)

“Relación de las singulares misericordias que ha usado el señor con una religiosa…”[11]

El otro caso escogido, no menos particular, es el de Ursula Suárez y Escobar, monja clarisa del convento de Santiago de Chile. El texto también es identificado como autobiografía. A diferencia del anterior no hay un testimonio fiel del entorno, sino el anecdotario personal de una mujer con convicciones propias, aunque no siempre dentro del estereotipo monacal. A grandes rasgos Úrsula es una descendiente de conquistadores por la rama materna y de altos funcionarios y comerciantes por la paterna.[12] Creció rodeada de lujos y mimada por su abuela, que a la edad de cinco años le regaló una esclava de catorce años para que la atendiera[13], y le había prometido que de ser monja:

No habrá monja de más comodidad, con tu celda alhajada, muy bien colgada, escaparate y tu plata labrada, que del Perú se traerá, y los lienzos del Chusco, y todo lo necesario a Lima enviaré a emplearlo. Tendrás tu esclava adentro y otra afuera, y cuatro mil pesos de renta; esto fuera de tu herencia, que de por sí te darán.[14]

Sin embargo, para cuando toma el hábito su abuela había muerto y su familia había empobrecido y la mandan al convento de clarisas pues había sido fundado por el tío abuelo de su padre, Alonso del Campo.[15] La singularidad de esta biografía es que no sigue un modelo de virtud, ni pretende convertirse en uno. Hace juicios bastante terrenales de su persona al considerarse de niña “vivísima y traviesa” o “perversísima y amiga de mi voluntad.”[16] Incluso ya en su vida monacal desdeña la angostura y humildad de su celda solicitando a su criada le traiga vajilla de plata para no comer como esclava en barro. [17] Valdez nos aporta un dato revelador y es que el convento de clarisas no funcionaba en comunidad, sino cada monja debía procurarse el sustento y procurar la humildad.[18] Lo cual no estaba dentro de los planes de Úrsula.

No hay un motivo explicito para la escritura de sus cuadernos que abarcan de 1708 hasta casi 1730, solo el de dar cuenta de sus actos a sus múltiples confesores.[19] Podemos deducir que en gran medida las aparentemente largas explicaciones sobre su comportamiento en la infancia funcionan como justificación a sus posteriores actos. De hecho mas que acto confeccionad pareciera un ejercicio psicoanalítico de la monja, en el que pretende hacer catarsis y convencer al lector de su justificada ‘perversidad’, como ella la define. Apunta más a un relato costumbrista cargado de un lenguaje familiar y vivido. Su rareza radica en que permite una aproximación a la oralidad femenina americana, pues no hay pretensión de un ejercicio de contrición, su voz suena franca. Valdés opina que más que una apropiación del discurso femenino existe una división de roles en el macro relato religioso, donde si bien los hombres tienen la posibilidad de predicar y razonar, las mujeres tenían la bendición de oír voces y tener visiones. Por ello el confesor se convierte en ’voyeur’ de las experiencias extracorporales o no de las mujeres a su cargo.[20]

Ursula no vierte su vida monacal llena de flores de santidad, sabe a quien se dirige y tiene el objetivo de perturbar a su interlocutor. La pregunta que surge es, ¿por qué habría de hacerlo? Son varios los factores, en parte darse a conocer como demasiado humana y racional para caer el frioneras como ella llama a los actos de magna devoción. “Como yo no tengo de hacer frioneras de comer tonteras ni muchas penitencias, decídanme: pues ¿cómo ha de ser santa?”[21] En ocasiones dentro del texto hace referencia a sucesos por demás escandalosos dignos de escarmiento, como cuando confiesa haber visto de reojo por la reja del coro a un hombre “porque era hermoso y bizarro.”.[22] También menciona que si bien no es culta, ha leído novelas y comedias no santas desde la infancia, por lo que cabe la posibilidad de que su relato en algunos casos sea ficticio y se considere a su misma una heroína:

Ni siquiera un libro entero he leído sino que hallo, un pedacito […] [s]i tomaba un libro era por entretenimiento y no para aprovecharme de ello; y los buscaba de historias o cuentos, novelas o comedias […] también leí de la Escritura algo, y también vidas de santos y en no siendo trágicas las dejaba. [23]

Parece que la relación con su madre fue muy tortuosa, refiere poca comunicación y muchos maltratos. Pero lejos de ocuparlos como penitencia o posible modelo, le atribuye su perversidad y malos tratos con la gente. De hecho su madre no aprobó la decisión de su enclaustracion a los diez años pues al decirle que quería ser monja “con los ojos, boca y narices hinchadas como leona de enojada, diciéndome malas palabras… tomó el salero de plata, queriendo con él deshacerme la cara.”[24] Su decisión no estaba impregnada de santidad, solo refiere haber sentido el llamado de Cristo en la bañera y lejos de enfocarse en su cuerpo como penitente y enclaustrado, salió corriendo a mitad de la casa desnuda y empezó a bailar imitando a una campana.[25] Esta impelida más por una aversión a los hombres y sus engaños que a un amor a dios. “Todos mis pecados fueron engañar a los hombres por vengar a las mujeres por las que ellos han burlado y desde antes de cambiar los dientes empecé a vengar a las mujeres con grande empeño.” [26] Con Dios tiene un trato más de cordialidad que de alabanza, de hecho en no pocas ocasiones lo trata como un igual o un marido cualquiera. Por ejemplo a solas le decía: “¡Ay! Si yo fuera dios por media hora… nuevos mundos te fabricaría con criaturas capaces de tu amor… y si eso hiciera yo por vos en media hora siendo dios, ¿Qué no podréis hacer vos, cuando en realidad lo sois?” [27] Cuando dios le propone escarmentar y retomar la santidad ella se define como una “santa disparatada”, “santa muy alegre” o “santa comedianta”.[28]

Su visión del matrimonio es muy poco común, pues es similar a la muerte o a la prostitución. Se cuestiona lo siguiente “¿yo había de consentir que con hombre me acostasen? primero he de horcarme o con una daga degollarme, o el pecho atravesarme.”[29] Quizás la más fuerte de las referencias al respecto es cuando presencia una suerte de orgía diaria atrás de su casa a los que denomina casamientos. Lo escandalizante no es el hecho en si, sino que al decirle a su madre ella la golpea y a la conclusión que llega la pequeña Úrsula es que su error estaba en haberlo dicho. Por lo que decide seguir acudiendo a verlos sin contarle a su mamá. [30] Lo extraño es cómo pudo semejante aseveración permanecer en el manuscrito sin corrección alguna del confesor.

En una ocasión, también de niña, se disfraza de dama maquillándose y vistiendo grandes galas para asomarse a la ventana atrayendo a un caballero del que es capaz de obtener una moneda de plata para después gritarle “te he engañado, tontazo; tan mal animal que de mí se dejó engañar” a lo que él supuestamente respondió al alejarse “esta niña ha de ser santa o gran mala.”[31] Pero este no fue un hecho aislado, pues esta práctica pueril la retomaría ya dentro del convento al hacerse de varios endevotados a los que ella definía como hipocondríacos, que encontraban en ella consuelo a cambio de bienes y sustento. Úrsula llegó al grado de tener hasta tres endevotados[32] que la tenían perfectamente bien provista. Buena parte de su labor era de seducción, pero nunca burdamente con el cuerpo, sino con su sagacidad y pericia para embaucarlos. De hecho ella reconoce que algunas de sus hermanas permitían que los endevotados les tomaran las manos, practica que ella aborrecía. En no pocas ocasiones llegó a seducir a hombres casados y prometerles que abandonaría el convento, para después alejarse de ellos. Si justificación ante dios era “Dios mió… ¿no sabéis que no los quiero, que los estoy engañando y vos solo sois mi dueño y mi amado? … eso hago por lo mucho que les debo y por el interés que de ellos tengo; no por quererlos.”[33] También agrega “Dios, dame licencia, que gusto de estas tonteras por las desvergüenzas que hacen de engañar a las mujeres: déjame que yo las vengue, que por las que ellos han engañado quiero yo engañarlos.”[34] Su relación con los endevotados llegó a ser bastante conocida y su confesor le pidió cesara en sus prácticas pues no era correcto para una monja tener enamorados, a lo que ella responde:

Piense vuesa merced que las monjas no sabemos querer; qué ese amor no lo entiendo yo; juzgan que salir a verlos es quererlos; viven engañados; que somos imágenes que no tenemos más de rostro y manos; ¿no ven las hechuras de armazón? pues las monjas lo mismo son, y los están engañando, que los cuerpos que ven son de mármol, y de bronce el pecho; ¿cómo puede haber amor en ellos? Y si salimos a verlos, es porque son nuestros mayordomos que nos están contribuyendo y vienen a saber lo que hemos menester. No sean disparatados...[35]

Aunque los menesteres habían quedado cubiertos desde hacía tiempo, pues en el caso de ella un mercader llegó a construirle una nueva celda con huerto y cocina propia donde vivía con otras monjas.[36] La tenía bien ataviada y provista de muchos lujos. Más bien encontró en los endevotados lo que su abuela no pudo brindarle.

Tuvo una vida relativamente activa en el plano político dentro del convento, fue escucha, portera, definidora, vicaria y abadesa, quizás por su excelente relación con el arzobispo, que la llamaba “filosofa”[37] e iba solo a platicar con ella. Hasta que se enemistaron profundamente costándole el puesto de abadesa y el cambio de confesor en 1710. Después de lo cual el candor de sus cuadernos se pierde al igual que la buena salud que había gozado.

A modo de conclusión

Los ejemplos aquí presentados son solo dos perlas en un mar de ostras en el virreinato de Perú. Ambas brindan un panorama incomparable para el estudió de género de sus respectivas audiencias. Sin embargo, como material historiográfico son un par de joyas. Jerónima nos permite entrar en ese mundo de misticismo exacerbado de inicios de la Contrarreforma, y al mismo tiempo da testimonio de su vida como esposa de un minero en la región más lucrativa de la América española. Por otro lado Úrsula nos permite ahondar en un campo de más difícil acceso, el de las mentalidades. Ella narra sus experiencias pasadas con un sabor costumbrista y sean o no producto de su imaginación, son al menos producto de un imaginario barroco. El nexo de ambos relatos no solo es el geográfico, sino una actitud rebelde ante el orden establecido o la consecución natural de las cosas. Jerónima optó por la vida monacal en parte por sus penurias económicas, pero encaró a su marido y al arzobispo para poder profesar y hacer su voluntad. Lo anterior queda mas allá de la práctica habitual de suma entrega a la familia. Úrsula prefiere una vida enclaustrada antes que desposarse como su estatus lo requería, ante la falta de una fuerte dote, decide forjarse su propia dote seduciendo caballeros acaudalados y al mismo tiempo vengar al resto de las mujeres. En ambos casos hay la percepción de un ultraje por parte de los hombres. Jerónima lo combate con la santidad, Úrsula con la vanidad, pero ambas coinciden en tomar cartas en el asunto y no permitir que los hombres decidan sobre sus vidas. Estas dos perlas barrocas peruanas merecen una revaloración en el discurso literario e histórico de la América virreinal.

Bibliografía


· IBSEN, Kristine. “The Unimprisioned Mind: Ursula Suarez and the self-fashioning heroine” en Women’s Spiritual Autobiography in Colonial Spanish America. 1999. University Press of Florida, Florida, pp.119-181.

· LAVRIN, Asunción y Loreto, Rosalía, eds. Diálogos espirituales, Manuscritos femeninos Hispanoamericanos: siglos XVI-XIX. Puebla, UDLA/ Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2006. 504 pp.

· VAN DEUSEN, Nancy E. “Las mercedes recibidas de Dios: La autobiografía de Jerónima de San Francisco (1573-1643), mística limeña.” en Asunción Lavrin y Rosalva Loreto, eds. Diálogos espirituales, Manuscritos femeninos Hispanoamericanos: siglos XVI-XIX. Puebla, UDLA/ Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2006. pp. 42-72.

· VALDÉS, Adriana. “Escritura de monjas durante la colonia: el caso de Ursula Suárez en Chile” en www.memoriachilenaparaciegos.cl/archivos2/pdfs/MC0000076.pdf protocolo de hipertexto de la red internacional, consultado 20 may. 08.

· SALINAS, Cecilia. Las chilenas en la Colonia: Virtud sumisa, amor rebelde. Lom ediciones, Santiago.



[1] Nancy E. Van Deusen, “Las mercedes recibidas de Dios: La autobiografía de Jerónima de San Francisco (1573-1643), mística limeña.” en Asunción Lavrin y Rosalva Loreto, eds. Diálogos espirituales, Manuscritos femeninos Hispanoamericanos: siglos XVI-XIX. Puebla, UDLA/ Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2006. pp. 42-72.

[2] Kristine Ibsen, “The Unimprisioned Mind: Ursula Suarez and the self-fashioning heroine” en Women’s Spiritual Autobiography in Colonial Spanish America. 1999. University Press of Florida, Florida, pp.119-181. ; Adriana Valdes “Escritura de monjas durante la colonia: el caso de Ursula Suarez en Chile” en protocolo de hipertexto de la red internacional dirección: www.memoriachilenaparaciegos.cl/archivos2/pdfs/MC0000076.pdf consultado 20 may. 08.

[3] Acorde al texto de Van Deusen el documento se encuentra en el Archivo Franciscano del Perú, Lima, registro 17, no. 38 fols. 449r-478v. Ibíd., p. 42.

[4] Ibíd. p. 44.

[5] Ídem.

[6] Ibíd. p. 45.

[7] http://arzobispadodelima.org/starosa/index.html en protocolo de hipertexto, consultado 20 May. 08.

[8] Van Deusen, Op. Cit., p. p.50.

[9] Ibíd. p.49.

[10] Ibíd. p. 44.

[11] Acorde a Ibsen y Valdés, vid supra, esta Relación fue reeditada en 1984 bajo el nombre de Relación Autobiográfica, sin que pueda consultarse en México. El manuscrito permanece en los archivos del convento donde Úrsula vivió. Ibsen, Op. Cit. p. 123.

[12]Ibíd. p. 123.

[13]Cecilia Salinas. Las chilenas en la Colonia: Virtud sumisa, amor rebelde. Lom ediciones, Santiago, p.31

[14]Adriana Valdes, Sor Ursula Suarez: Aproximación a su cuerpo, [http://www2.cyberhumanitatis.uchile.cl/19/valdes.html] consultado 13 may 08, sec. b, 3ª parte.

[15] Ibsen, Op. Cit. p. 123.

[16]Valdes, “Sor Ursula Suarez: una aproximación…” Op. Cit. sec. a, 3ª parte.

[17] Ídem.

[18] Ibid. sec. c 1ª parte.

[19] Ibsen Op. Cit. p.124.

[20] Adriana Valdés. “Escritura de monjas durante la colonia: el caso de Ursula Suarez en Chile” en www.memoriachilenaparaciegos.cl/archivos2/pdfs/MC0000076.pdf protocolo de hipertexto de la red internacional, consultado 20 may. 08. p. 156.

[21] Ibsen Op. Cit. p. 174, en aparáto crítico.

[22] Valdés. “Escritura de monjas… Op. Cit. p. 159.

[23] Ibsen Op. Cit. p. 174, en aparáto crítico.

[24] Ibid. p. 175, en aparáto crítico.

[25] Ibsen p. 124-125.

[26] Valdés. “Escritura de monjas… Op. Cit. p. 158

[27] Ibsen Op. Cit. p. 178, en aparáto crítico.

[28] Ibid. p. 176, en aparáto crítico.

[29] Valdés. “Escritura de monjas… Op. Cit. p. 159.

[30] “[…]unos cuartos vasios y sin puertas, donde se cometían tantas desvergüenzas que era temeridad esta, siendo de día y no solas dos personas habían en esta maldad, sino 8 o 10; y esto no habia ojos que lo viesen, sino los de una inosente, que no sabía si pecado cometían. yo pensaba eran casamientos, y así todos los días iba a verlos. En uno dellos diome gana contar a mi madre, destos casamientos, y dijele: ’mama, tantos como se casan’ [...] Así que se informo de mi de ello, dijo: ’no hablan las niñas de casamientos ni se meten en ellos’; y me los pegó. [...] Yo estuve atenta a la represión, que todas las veces que me azotaban, en medio del susto atendía a lo que se me decía para no hacerlo mas, y esta ves entendí que no era malo irlos a ver, sino el haberlo hablado, conforme lo que se me habia aconsejado que no hablara de eso; y después volví como siempre a verlos.” Ibid. p. 159.

[31] Ibsen Op. Cit. p.127 y 177.

[32] Ibid. p. 130.

[33] Ibid. p. 178, en aparáto crítico.

[34] Idem.

[35] Valdes, “Sor Ursula Suarez: una aproximación…” Op. Cit. sec. c, 3ª parte.

[36] Ibid. sec. b, 3ª parte.

[37] Ibsen Op. Cit. p. 178, en aparáto crítico.

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