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Francisco Ignacio de Yraeta y el comercio con Filipinas

Francisco Ignacio de Yraeta y el comercio con Filipinas

Carla Renée Ramírez

El comercio transpacífico a través del galeón de Manila fue el más fuerte competidor de la flota española que ingresaba por el Atlántico en el mercado novohispano. El impacto de las innovaciones mercantiles borbónicas en el Archipiélago filipino, llegó al grado de la perdida novohispana de la exclusividad de comercio con Manila. La participación de Francisco Ignacio de Yraeta en este comercio es particular al estar inscrita en un periodo de cambios significativos para el comercio con Filipinas. Yraeta es muestra de cómo el comerciante novohispano podía adaptarse a las circunstancias del momento e inclusive aprovecharlas para su beneficio. A lo largo de su vida tuvo varios cargos públicos entre los que destacan el de Alcalde Ordinario de Segundo Voto en el Ayuntamiento de México en 1773, Regidor Honorario de 1777 a 1778, Cónsul del Tribunal del Consulado de México de 1780 a 1789, representante de la Real Compañía de Filipinas en 1787 y finalmente Comisionado de esta ultima de 1791 a 1796.[1] Este personaje ha sido ampliamente trabajado por Carmen Yuste, Cristina Torrales y Stanley Stein en diferentes trabajos, haciendo hincapié sobretodo en sus relaciones comerciales y los diversos cargos que tuvo. El interés que mueve el presente ensayo es dar un panorama de la versatilidad de este almacenero de la ciudad de México así como explicar las funciones que este personaje desempeñó en una de las empresas más ambiciosas de la Corona española a fines del siglo XVIII, La Real Compañía de Filipinas.


Hacer las Indias


Francisco Ignacio de Yraeta y Azcarate nace en el seno de una familia noble venida a menos en Anzuola, Guipúzcoa. A su hermano mayor Cristóbal Antonio le correspondía el mayorazgo, a demás tenía tres hermanas para las cuales estaba reservado parte del capital familiar para cubrir sus dotes.[2] Es probable que como resultado decida trasladarse a Nueva España a la edad de doce años. La información para este periodo de su vida es escasa, no obstante Stanley Stein menciona que es probable que a su llegada fuera en busca de paisanos que pudieran emplearlo.[3] Posteriormente sabemos que viaja a Filipinas residiendo allí hasta 1758 dedicado al comercio,[4] aunque Carmen Yuste señala que colaboró en tareas de defensa militar.[5] Su nombre no aparece mencionado en los registros comerciales de los galeones de Acapulco ni en las matriculas de comerciantes de Manila y las Islas.[6] Para Yuste esto revela que no alcanzó la importancia comercial suficiente para aparecer en ellos. Su desempeño en Manila es bastante impreciso por falta de fuentes que confirmen sus gestiones. Sin embargo, correspondencias posteriores revelan que mantenía relaciones mercantiles con algunos ricos comerciantes manileños.


Su experiencia en Filipinas sobre los mecanismos de comercio del archipiélago y las relaciones sociales allí hechas, le serán de gran ayuda a su regreso a México. En 1758 conoce a Don Pedro Ganuza, prominente vasco del Consulado de México, con quien establece vínculos comerciales al asociarse a él, dedicándose concretamente al mercado transpacífico.[7] Es altamente probable que en primera instancia Yraeta hubiese sido agente de la Compañía de Ganuza y hubiese escalado en posición hasta la muerte de éste. [8] La Compañía de Ganuza manejaba cantidades considerables, pues tan solo de 1765, 1766 y 1767 logra ingresar a la ciudad de México 25 299 pesos en mercancía.[9] Para darnos una idea de la posición del joven Yraeta en la Compañía de Don Pedro Ganuza detengámonos a resumir a grandes rasgos el funcionamiento de la feria de Acapulco.


A la llegada del galeón procedente de oriente acudían comerciantes entusiasmados a la feria celebrada en Acapulco con la esperanza de realizar inversiones que les resultasen provechosas. No obstante, puede decirse que esta se realizaba para mayor beneficio de los grandes almaceneros de México.[10] Esto se debía principalmente a que los pequeños y medianos inversionistas acudían a la feria con poco capital, mientras que los grandes capitalistas inyectaban sumas millonarias a las transacciones transpacíficas. Esto generaba que los comerciantes más acaudalados se tornasen mayoristas y por ende impondrían las condiciones de negociación. Estos últimos actuaban a través de agentes sin acudir personalmente a la feria. Los agentes podían atender a las necesidades de varios comerciantes a la vez, así como realizar una serie de encargos, entre ellos estaban el pago de impuestos y el envió de correspondencia. También influía la relación entre los almaceneros novohispanos y los comerciantes filipinos, por lo que era frecuente que los comerciantes de Nueva España tuvieran un corresponsal en Manila que enviaba a un representante o consignatario. Durante el preámbulo a la apertura de la feria las autoridades virreinales, junto con los comerciantes transpacíficos realizaban el registro, avaluó y tasación de la carga con objeto de proceder a la recaudación de impuestos.[11] Pese a lo anterior los comerciantes filipinos incurrían en faltas al sólo presentar registros de géneros por pieza y no por facturas, introduciendo así mercancía de mayor valor y reduciendo el monto de los gravámenes.


Stein refiere que es probable que el detonante de su carrera mercantil haya sido un préstamo en mercancía valuado en 58 861 pesos que recibió en 1762, de José Mateos de Vergara, con quien tenía un negocio.[12] En el año de 1763 contrae nupcias con Maria Josefa de Ganuza, hija de Pedro Ganuza, con lo que se asocia formalmente con su ahora suegro. Con ella procrea tres hijas entre 1764 y 1767: Maria Rosa, Maria Margarita y Ana Maria. El año de 1769 resulta funesto para la familia Yraeta Ganuza, al fallecer Pedro Ganuza y cuatro meses más tarde Maria Josefa dejándolo solo con sus hijas, la mayor de ellas de apenas cinco años. A raíz de la muerte de su suegro Francisco Ignacio hereda la compañía comercial de Ganuza, con lo que su carrera va en ascenso. De hecho logra introducir 223 195 pesos en mercancías asiáticas a la ciudad de México entre 1767 y 1785.[13]


La experiencia de Yraeta en Filipinas le permitió familiarizarse con las prácticas de comercio, además que el sistema transpacífico de comercio con que se topó estaba lo suficientemente arraigado como para no representar un problema.[14] De hecho podemos encontrar dos fases en la participación de Francisco Ignacio en el comercio transpacífico, la primera va de 1770 a 1787 en la que interviene mediante agentes en la feria de Acapulco. Para este periodo participa de la disposición real de utilizar navíos de guerra, propiedad del gaditano Francisco de la Guardia, para viajar de Cádiz a Manila vía el Cabo de Buena Esperanza. Dichos navíos recogían efectos de varios puertos en Asia antes de llegar a Manila, para después dejarlos allí para que fueran enviados a Nueva España para su comercialización. Yraeta era el receptor de la mercancía encargado de colocarla en el mercado novohispano llevándose una comisión. [15][16] Al ser accionista mayoritario y tener amplia experiencia en el comercio transpacífico es nombrado Comisionado de la Real Compañía de Filipinas en la Nueva España.[17] Hagamos un balance de la situación del comercio transpacífico para las dos facetas de nuestro personaje. La otra faceta de 1787 a 1797 será resultado de su pericia, pues al enterarse de la fundación de la Real Compañía de Filipinas decide comprar trescientas acciones con un valor de setenta y cinco mil pesos. Esta fortuna estaba originalmente destinada a la herencia de sus tres hijas, por lo que dispone que a su muerte sean distribuidas en partes iguales entre ellas.


Una nueva institución para un viejo problema

Para la primera mitad del siglo XVIII las flotas mercantes provenientes de España ya habían resentido en varias ocasiones el tráfico de mercancías de oriente en la Nueva España, mermando de manera considerable el comercio por el atlántico. Entre 1710 y 1760 aumentaron las denuncias referidas a la salida ilícita de plata hacia Manila por el puerto de Acapulco y al paso irregular de residentes españoles en Nueva España hacia Filipinas para realizar operaciones de comercio.[18][19] Lo anterior nos muestra que a lo largo del siglo XVIII las molestias para la Corona generadas por el comercio transpacífico eran bastantes, por lo que el tema del comercio con Filipinas sería de suma importancia. Al mismo tiempo los comerciantes tanto filipinos como mexicanos, vinculados en el intercambio transpacífico, estaban más interesados en conservar protegido su mercado de la competencia extranjera.


Por otro lado también para la primera mitad del siglo XVIII la situación económica de Filipinas era lo suficientemente precaria como para que se plantearan a la metrópoli diversos mecanismos para soslayarla. Entre los más sobresalientes esta el de Francisco Leandro de Viana quien recomendó el uso de Filipinas como almacén de mercancías de oriente.[20] Otra propuesta para la mejora de la economía filipina fue fomentar la agricultura y la explotación de canela para su exportación. En 1784 Francisco de Cabarrus propone la formación y unión de la Real Compañía de Filipinas con la Guipuzcoana de Caracas, la finalidad era fomentar la agricultura e industria local para evitar la fuga de plata y comerciar con artículos propios. La guerra de los Siete Años y el apoyo español a la independencia de las Trece Colonias llevó prácticamente a la quiebra a la Compañía Guipuzcoana de Caracas. El proyecto de Francisco de Cabarrus de unir el comercio de América con el de Asia con cede en Madrid era alentador para salvar a la Compañía. Fue examinado en la Junta General de la Guipuzcoana el 6 de julio de 1784 por los miembros de esta y el entonces ministro de Indias, José de Gálvez, resultando satisfactorio para los presentes.[21]


Entre las solicitudes contenidas en su proyecto intitulado La unión del comercio de la América con el de el Asia por medio de las Philipinas están fomentar el comercio de la región con materias primas y de primera necesidad ya sean de importación de otras colonias o de producción filipina, tales como: cobre, arroz, hierro, azúcar, tabaco, cera, pescado seco, etc. La finalidad en palabras de Cabarrus era:


Fortalecerse por las utilidades de su comercio, debilitar las Naciones que nos rodean, en tocando al fomento que damos en el sistema actual a su industria, comprar lo que no tenemos de aquellas que por su situación geográfica y política no pueden perjudicarnos, mantener una marinería numerosa, e incesantemente exercitada, que asegure de nuestro Pabellón la superioridad que nunca debió perder, el hacer amable y por consiguiente duradera la autoridad de el Soberano a la América y a las Philipinas facilitándoles una comunicación inmediata y un trueque reciproco de sus producciones; si miro las consecuencias de este sistema veo que la Compañía hará en Philipinas lo que ha hecho en Caracas, socorrer con anticipación a los cosecheros, y por consiguiente fomentar la población y ponernos en estado antes de muchos años de desfalcar de la Balanza Nacional tres millones de pesos, que paga mas por el renglón de especiería, que la naturaleza colocó en aquellas Islas; y que solo espera los socorros del Arte y de el Comercio. [22]


Después de que Pedro de Lerena, ministro de Hacienda analizara la propuesta de Cabarrus, se erige la Real Compañía de Filipinas por cédula la real de 10 de marzo de 1785.[23][24] En realidad el proceso de disolución fue largo pues la última junta de la Guipuzcoana se efectuó hasta 1789.[25][26] Cada acción tenía un costo de 250 pesos sencillos, que permitían al interesado tener parte de las utilidades de la Compañía y su compra de acciones podía ser mediante vales reales o moneda acuñada.[27] Absorbe, por iniciativa de sus miembros, a la Compañía Guipuzcoana de Caracas. Procurando saldar las acciones o por lo menos recogerlas y otorgar “certificación o recibo, que le sirva de resguardo, hasta tanto que liquidados los productos de la otra Compañía.” Se planeó para operar veinticinco años, del 1 de julio de 1785 al mismo día de 1810, cuando podría prorrogarse por cédula real o disolverse. Tendría un fondo de 8 millones de pesos sencillos, divididos en 32 mil acciones.


La consigna era que podían enviarse frutos y demás enceres americanos o españoles a Manila, exentos de gravamen y artículos extranjeros con un impuesto del 2%, aunque se pretendía que no se enviasen productos extranjeros. Permitía el traslado de hasta 500 mil pesos fuertes en plata en cada navío.[28] También incluía que Manila fuera declarado puerto libre “a las naciones propiamente asiáticas”. La cédula contempla toda una serie de derogaciones a leyes de comercio filipino previo, todo con la finalidad de promover el comercio entre el este de Asia para la prosperidad del archipiélago. Pero la principal condición era que las mercancías provenientes de las indias orientales debían ser introducidas al imperio vía la península, por lo que los navíos podían salir de América con productos americanos rumbo a Filipinas, pero no regresar los productos asiáticos. Únicamente podían ingresar efectos orientales con la ruta Cavite o Manila – Madrid vía el Cabo de Buena Esperanza. Aquellos efectos asiáticos que ingresaran a la península debían cubrir un impuesto del 5% sobre su precio corriente.[29] No hay gravamen de hacienda a la salida de Manila y la Compañía tiene el deber de destinar una quinta parte de cada navío a los cosecheros, fabricantes o particulares filipinos que quieran remitir por cuenta propia frutos o géneros locales.[30]


La nao anual de Acapulco seguiría funcionando, quedando expresamente prohibido a los miembros de la Compañía beneficiarse de esta.[31] Las embarcaciones podían ser de manufactura local o de cualquier parte del imperio, de hecho la Compañía Guipuzcoana contaba ya con el astillero de Pasajes en San Sebastián, país vasco.[32] Se estableció una junta de gobierno bajo la autoridad del rey establecida en Madrid integrada por 12 vocales con reuniones semanales. Los frutos americanos como añil y cacao, provendrían de Venezuela, Maracaibo, y Cumana. La recién formada Compañía procuró continuar con los privilegios que tenía la Guipuzcoana y con ello fomentaba no solo el comercio de efectos españoles, sino mayoritariamente el de extranjeros. Así como privilegiar la ruta característica de la Guipuzcoana, Pasajes-La Guaira para América y Pasajes- Cádiz -Cavite para Asía. Lo cual excusaban al tener un astillero en este lugar y buena parte de la mercancía extranjera ya comprada. [33] Supuestamente debían promover el comercio con efectos de fabricación local, principalmente los españoles y filipinos. Para ello la Compañía destinaba parte de su capital en promover la producción de artículos como canela para mandar a las Américas y arroz para comerciar con China.

De esta cédula de erección el artículo que más atañe a nuestro personaje es el setenta y cuatro, en el que el rey solicita que “en México, Veracruz, Lima y Buenos Aires, y demás pueblos principales de mis dos Américas, tendrá Factores, o valdrá de Comisionados y de las casas de comercio, establecidas en ellos, según sea mas útil a sus negociaciones e intereses.” [34] en Veracruz.[35][36] Dicha Casa se encargaría del suministro de los efectos asiáticos en Puebla y Oaxaca, mientras a Francisco Ignacio de Yraeta le correspondía el resto del virreinato, particularmente la ciudad de México.[37] Por dichas transacciones, según menciona Carmen Yuste, recibiría el 2.5% del total de las ventas y el 2% de las remesas enviadas a Manila o España.[38] En resumidas cuentas, sus funciones eran vender los artículos asiáticos que llegaran a Nueva España por Veracruz y enviar la plata por medio de la nao a Manila o hacia la península. Siempre bajo el control de la Junta General quien reglamentaría, nombraría y tendría control de los Factores o Comisionados. Además el Consulado de México fungiría como depositario de los caudales de la recién fundada Compañía, recibiéndolos de la Casa de Cossío Con esto la plata mexicana sería el líquido que circularía a Manila para la adquisición de las mercancías que la Compañía transportaría. La Casa de Cossío remitiría la plata mediante la nao de Manila, que como se ha dicho funcionaría a la par.


Una afrenta para el comercio tradicional

La Compañía de Filipinas debió sortear toda una serie de inconvenientes pues no fue bien recibida por los comerciantes novohispanos ni por los filipinos que veían un rival para sus actividades comerciales en Acapulco. En Manila se recibió la orden de erección de la Compañía en julio de 1786. Díaz-Trechuelo interpreta la negativa del Consulado de Manila a las operaciones de la nueva Compañía, enviada al rey en misiva por los miembros de este, como un terrible efecto moral o un primer momento de pánico.[39] Dejan de manifiesto la importancia del comercio con Acapulco y el riesgo de disolver el monopolio. Cabe recordar que la misma fundación del Consulado de Comercio de Manila fue bastante conflictiva y reciente, pues a pesar de que inicia su formación en 1769 sus miembros no quedan definidos hasta 1771 y nombran a sus apoderados novohispanos hasta 1772.[40] Por ello no es de extrañar la marcada “repugnancia” que refieren los comerciantes manileños, pues el Consulado también había representado una afrenta que apenas comenzaban a aceptar.


Entre las quejas mas frecuentes están el no haber fomentado la economía filipina, falta de abastecimiento de artículos europeos, exigen libertad de hacer expediciones con Acapulco por el “derrotero que prefieran” y prohibir a la Compañía introducir mercancías asiáticas a Veracruz, entre otras. Pero como podemos ver se oponen a prácticamente todos los estatutos de la Compañía, realmente solo aceptaban la libertad de comerciar directamente con otros puertos asiáticos como Cantón o Calcuta, ya fuera directamente con los comerciantes chinos e indios, y con holandeses para los efectos japoneses.[41] El miedo que tenían los comerciantes filipinos era un posible superávit, válgase la expresión, de productos orientales en las Américas.


Por otro lado las autoridades filipinas, conocedoras de la precaria situación de la metrópoli recibieron de buen agrado la empresa. Sobrevalorándola y ponderando sus acciones como no solo pertinentes, sino como redentoras de las islas al permitirles salir de la “oscuridad”.[42] La Compañía dio anticipos a agricultores y fabricantes aumentando el poder de compra de estos y promovió el comercio interior. Acorde a lo mencionado por Vera Valdés Lakowsky la Compañía no fue totalmente perjudicial para el comercio de la nao entre Manila y Acapulco, pues el número de navíos de la Compañía con mercancías de oriente despachadas desde España a Veracruz, fue menor al número de galeones de Manila al menos en el periodo que coincidieron. [43] Por otro lado Carmen Yuste no comparte esa visión y encuentra en la apertura de la ruta Cádiz-Manila el comienzo del fin para el comercio transpacífico. [44] Para ambas interpretaciones es un hecho insoslayable que el interés de los comerciantes novohispanos decayó considerablemente después de las nuevas disposiciones. Visto desde Filipinas el nuevo sistema de comercio tampoco lucia prometedor. Sin embargo, la Compañía y sus integrantes lograron beneficiarse sustancialmente y promover la agricultura y explotación de recursos filipinos para consumo local y exportación.


Dividir para vencer


Francisco de Yraeta no solo le apuesta a la recién fundada Compañía, de hecho adopta una política personal de diversificación de capital y alianzas con diferentes compañías americanas. Los matrimonios de sus hijas le resultan provechosos, pues procura casarlas lo mejor posible para así afianzar lazos comerciales. La mayor de ellas, Maria Rosa, contrae nupcias con Isidro Antonio de Ycaza, comerciante acaudalado del Reino de Tierra Firme, obispado de Panamá. Con él establece una Compañía basada en la comercialización de cacao del Perú. Con esta unión comienza un contacto con los hermanos de su yerno que tenían mucha influencia económica en las audiencias de Quito y Santa Fe. [45] Esto amplió considerablemente sus márgenes de influencia, pues diversificó al máximo sus posibilidades comerciales con algunas cabeceras de otros reinos en América.[46] Por otro lado dispuso el matrimonio de Maria Margarita su segunda hija y Gabriel Yturbe de Yraeta, su sobrino, quien más tarde se convierte en subteniente del Regimiento de Comercio de la Ciudad de México. Gabriel se vuelve el brazo derecho de su suegro y a su muerte heredará la el negocio.[47] Sin embargo, la menor contrae nupcias hasta la muerte de su padre con Cosme de Mier y Trespalacios, uno de los alcaldes del crimen de la Audiencia traídos por José de Gálvez.[48]


Conclusión


El ambiente comercial de la segunda mitad del siglo XVIII entre Nueva España y Filipinas fue bastante convulso. La Corona buscó diferentes mecanismos para recuperar una entrada económica directa que se sabía exclusiva de Nueva España. Además de que tras la invasión inglesa a Manila quedó al descubierto la precariedad del sistema de defensa y la imposibilidad filipina de abastecerse a si misma. La Real Compañía de Filipinas venía a solucionar varios problemas que demandaban respuesta. Si bien se perdía el monopolio comercial directo entre Manila y Acapulco, aseguraba a sus integrantes un reintegro de las acciones y la posibilidad de hacer uso de las flotas para comprar artículos asiáticos directamente con los productores e introducir sus géneros al mercado europeo. La gran ventaja era que los precios no tenían una regulación tan estricta como en el comercio novohispano. Realmente solo debía cubrirse el costo de flete y un reducido impuesto al tocar tierra. Stein interpreta que la participación de Yraeta en la nueva compañía pudo ser por que vio en ella el auspicio de la Corona, que podría hacerla tan rentable como sus propios negocios.[49] La Compañía permitió una circulación mayor de la plata novohispana al incluir distintos derroteros asiáticos y americanos, así un comercio más directo con fabricantes. Quizás para Nueva España no haya resultado tan benéfico, pero Filipinas logró tener una política de producción y exportación, misma que les permitió sobrevivir cuando Nueva España cesó el envió de situado como resultado de la Guerra de Independencia. Francisco Ignacio de Yraeta no es precisamente un ejemplo típico de un comerciante novohispano. Su arrojo le permitió prever posibles escenarios perjudiciales para su empresa, mejor aun aprovechar la crisis para tener mayores ganancias. Si bien la mayoría de los almaceneros no corrieron con la misma suerte al menos Yraeta nos enseña que la diversificación de capitales y la perspicacia eran esenciales para sobrellevar las crisis comerciales resultado de las reformas.



Bibliografía


· Díaz-Trechuelo, Lourdes: “La Real Compañía de Filipinas en Guipúzcoa”, en Itsas Memoria: Revista de estudios marítimos del país vasco, Número 4, Untzi Museoa-Museo Naval, Donostia-San Sebastián, 2003, pp. 369-381.

· _______________________, La Real Compañía de Filipinas. Sevilla, Escuela de estudios hispanoamericanos de Sevilla, 1965.

· Stein, Stanley J.: "Francisco Ignacio de Yraeta y Azcarate, Almacenero de la ciudad de México, 1732-1797. Un ensayo de Microhistoria" en Historia Mexicana, enero-marzo, año/vol. L, número 003, México, Colmex, 2001. pp. 459-512.

· Valdés Lakowszy, Vera: De las minas al mar historia de la plata mexicana en Asia: 1565-1834. México, FCE, 1987. 370 pp.

· Torrales, Ma. Cristina “Vida y relaciones de Fco. Ignacio de Yraeta” en Torrales, Ma. Cristina et. al. La Compañía de Francisco Ignacio de Yraeta: 1767- 1797 México, Instituto Mexicano de Comercio Exterior, 1985. Vol. I. pp. 21- 109.

· Yuste, Carmen: Emporios Transpacíficos: Comerciantes mexicanos en Manila 1710-1815. México, UNAM, 2007. 514 pp.

· __________, “La práctica comercial: 1760- 1785 consolidación y crisis” en Carmen Yuste El comercio de la Nueva España con Filipinas 1590-1785 México, INAH, 1984. pp. 45-77. [Colección Científica no.109]

· __________, “El eje comercial transpacífico en el siglo XVIII: la disolución imperial de una alternativa colonial” en Carmen Yuste y Matilde Souto coord. El Comercio Exterior de México 1713-1850 México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora / IIH-UNAM / Universidad Veracruzana, 2000. pp. 21- 41.



[1] Ma. Cristina Torrales, “Vida y relaciones de Fco. Ignacio de Yraeta” en La Compañía de Francisco Ignacio de Yraeta: 1767- 1797 México, Instituto Mexicano de Comercio Exterior, 1985. Vol. I. p. 83.

[2] Ibíd. p. 29.

[3] Stanley Stein, "Francisco Ignacio de Yraeta y Azcarate, Almacenero de la ciudad de México, 1732-1797. Un ensayo de Microhistoria" en Historia Mexicana, enero-marzo, año/vol. L, número 003, México, Colmex, 2001. p. 467.

[4] Torrales, Op. Cit. p. 24.

[5] Carmen Yuste “Francisco Ignacio de Yraeta y el comercio transpacífico” en La Compañía de Francisco Ignacio de Yraeta: 1767- 1797… Op Cit. p. 171.

[6] Ibíd. p. 272.

[7] Ibíd. p. 276.

[8] Stein, Op. Cit. p. 468.

[9] Carmen Yuste: Emporios Transpacíficos: Comerciantes mexicanos en Manila 1710-1815. México, UNAM, 2007. p. 341.

[10] Carmen Yuste. “Francisco Ignacio de Yraeta … Op. Cit. p. 274.

[11] Carmen Yuste “La práctica comercial: 1760- 1785 consolidación y crisis” en El comercio de la Nueva España con Filipinas 1590-1785 México, INAH, 1984. p. 46

[12] Stein, Op Cit. p. 467.

[13] Los años que recoge Carmen Yuste son 1767, 1770, 1772,1774, 1776, 1778, 1779, 1780, 1781 y 1785. vid emporios. Yuste, Emporios transpacíficos … Op cit. p. 357.

[14] Stein, Op Cit., p. 470.

[15] Yuste Emporios transpacíficos … Op cit. p. 361.

[16] Torrales, Op cit. p. 79.

[17] Carmen Yuste “Francisco Ignacio de Yraeta … “Op Cit. p. 270.

[18] Carmen Yuste, “El eje comercial transpacífico en el siglo XVIII: la disolución imperial de una alternativa colonial” en Carmen Yuste y Matilde Souto coord. El Comercio Exterior de México 1713-1850 México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora / IIH-UNAM / Universidad Veracruzana, 2000. p. 24

[19] Ibíd. p. 28

[20] Vera Valdés Lacowsky De las minas al mar historia de la plata mexicana en Asia: 1565-1834. México, FCE, 1987.p. 165; Maria Lourdes Díaz- Trechuelo. La Real Compañía de Filipinas. Sevilla, Escuela de estudios hispanoamericanos de Sevilla, 1965. p.23

[21] Díaz- Trechuelo, “La Real Compañía de Filipinas en Guipúzcoa”, en Itsas Memoria: Revista de estudios marítimos del país vasco, Número 4, Untzi Museoa-Museo Naval, Donostia-San Sebastián, 2003. p 370

[22] “Papel que escribió D, Francisco Cabarrus al exmo. sr. D. Pedro de Lerena, ministro de Hacienda, en el mes de marzo de el año pasado de 1785” en Díaz Trechuelo, La Real Compañía … en Apéndices p. 286

[23] “Real cédula de erección de la Compañía de filipinas de 10 de marzo de 1785.” en Díaz Trechuelo, La Real Compañía de Filipinas Op. Cit en Apéndices pp. 290-318.

[24] Ibíd. p. 292.

[25] Díaz Trechuelo, “La Real Compañía de Filipinas en Guipúzcoa…” Op. Cit. p. 370.

[26] Díaz- Trechuelo. La Real Compañía de Filipinas. Op cit. p. 291

[27] “Real cédula de erección Op. Cit. p. 295.

[28] Díaz- Trechuelo. La Real Compañía de Filipinas. Op cit. 198

[29] “Real cédula de erección Op. Cit. p. 301.

[30] Ibíd. p.302.

[31] Valdes Lacowsky, Op Cit. p. 168.

[32]Díaz Trechuelo, “La Real Compañía de Filipinas en Guipúzcoa…” p. 371.

[33] Ibíd. p. 371.

[34] “Real cédula de erección Op. Cit. p 310.

[35] Valdez Lacowsky, Op Cit .p.171.

[36] “La Casa de Cossío del Comercio de la Cd. de la Nueva Veracruz ante C.A. con el respeto debido hace presente hallarse comisionada para el manejo de los negocios en este Reyno correspondiente a la Real Compañía de Filipinas y ordenes de los Directores Generales de ella en Madrid de remitir a Manila bajo partida de registro de la Nao que debe salir de Acapulco en el presente año [1787] 50 000 pesos a cuenta de la misma Real Compañía para entregar en Manila a los directores de allí Don Patricio Darvin, D. Francisco Antonio de Arriette …” Vera Valdés Lacowsky nos presenta este ejemplo de dicha transacción para 1787. Este ejemplo tiene otros subsecuentes, registrándole el mayor envío de plata novohispana en 1793 con $233,000. Vid Valdés Lacowsky, Op Cit p. 171.

[37] Yuste, Emporios Transpacíficos Op. Cit. p. 367.

[38] Ídem.

[39] Díaz- Trechuelo. La Real Compañía de Filipinas. Op cit. p. 254

[40] Valdés Lacowsky, Op Cit p. 173.

[41] Díaz- Trechuelo. La Real Compañía de Filipinas. Op cit. p. 256.

[42] Ibíd. p. 257.

[43] Valdés Lacowsky, Op Cit p.176

[44] Yuste, Emporios transpacíficos, Op Cit. p. 367.

[45] Torales, Op Cit. p. 29.

[46] Ibíd. p.14.

[47] Ibíd. p. 30.

[48] Ibíd. p. 32.

[49] Stein, Op Cit. p 476.




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