OH TRISTE CANCION DE MI INFANCIA...
Hildebrando Castro Garibay.
Existencialismo, individualismo y claroscuros fotográficos… así definen algunos críticos de cine a la opera “kurosawaiana”, de la cual, Ikiru, es tal vez una de sus piezas más hermosas. Esta obra magistral, elaborada cuando Kurosawa aún no experimentaba con los colores, está cargada del dramatismo típico del cineasta japonés, toda vez que es una pieza dotada de una fuerte tensión emotiva, y recurre con bastante acierto a la simbiosis melográfica.La película en cuestión nada tiene que ver con esos rônin errantes, justicieros del “sushi western” (término forjado tras la pervivencia del spaghetti western, o western italo-americano), que han sido un constante paradigma del Kurosawa conocido en América. De tal modo, ésta no es una película chambara, en donde espadas se cruzan al menor pretexto y en donde el antihéroe se va abriendo camino a través de la delicada senda de la justicia–injusticia con su cuerpo y su estrategia (vid. Yojimbo, Sanjuro, Shichinin no samurai), sino que ahora, el personaje principal, se enfrenta a su propio destino trágico en una gesta cuasi heroica por lograr un bienestar propio.
En efecto, al enterarse de la noticia trágica de la presencia de un carcinoma en el estómago, el hasta entonces aburrido burócrata, protagonista de la obra, se enfrenta no sólo a su destino inevitable, sino también a la cruda realidad que, como fría bofetada, lo despierta del letargo: su vida ha sido gris e inútil, y su único hijo no le aprecia en lo más mínimo. Ante la inminente realidad decide entonces comenzar a vivir, haciendo todo lo que en su mísera vida no pudo, o no quiso hacer. Decide, así pues, salir a “celebrar” su trágica noticia como el triunfo infinito de la vida hedonista sobre el fin último. Bares, cabaretes y todo tipo de tugurios son recorridos por su patética persona acompañado siempre por un novelista de segunda que figura como el guía ideal en el supuesto paraíso urbano nocturno.
Si la sinopsis es un tango “gardeliano” o una tragedia personal del tipo Ciudadano Kane, es porque debemos saber que el Japón de los años cincuenta era un Japón que estaba reconstruyéndose no sólo de dos bombas nucleares, sino de un periodo de crisis post-bélica en donde la ocupación estadounidense cimbraba el orgullo nipón. Los problemas como la burocracia desmedida y el constante miedo por el “Dragón comunista” del continente, irían modelando, poco a poco, el carácter del Japón de la segunda mitad del siglo XX. Ahí donde el carácter individualista del capitalismo parecía permearse poco a poco en la idiosincrasia nipona, algunos artistas, frecuentemente tachados de comunistas, recordaban a la metrópoli que lo individual es un “sinsentido” si el bien común no armoniza con el bienestar propio, y Kurosawa lo remarca en esta cinta donde la “iluminación” del personaje principal, su “realización” existencial, se encuentra precisamente en el vivir solucionando realmente los problemas de otros, y no sólo percibiendo un salario y atesorarlo a lo largo de una vida de estar sentado en un sillón colocando sellos y firmas en cualquier bureau de cualquier ministerio.
la vida es tan corta...
¡Ama!, querida muchacha,
mientras tus labios sean rojos.
Mientras tengas el calor de tu pasión ,
ama,que el día de hoy no volverá jamás.
La vida es tan corta...
¡Ama!, querida muchacha,
mientras tu pelo sea negro,
y antes de que se enfríe tu pecho,
ama,que el día de hoy no volverá jamás.
- v Kurosawa, Akira, Ikiru, Japón, Toho, 1952, 143 min.
- v Kurosawa, Akira, Kumonosu jo, Japón, Toho, 1957, 110 min.
- v Kurosawa, Akira, Ran, Japón, Toho – Warner Co., 1985, 162 min.
- v Kurosawa, Akira, Sanjuro (Tsubaki Sanjuro), Japón, Toho, 1962, 96 min.
- v Kurosawa, Akira, Shichinin no samurai, Japón, Toho, 1954, 206 min.
- v Kurosawa, Akira, Yojimbo, Japón, Toho, 1961, 110 min.
4 comentarios
Carla Renée Ramírez -
karate pig -
cámara
DIONISIO ZABALETA SOLÍS -
Qué pasa? más colaboraciones al blog....
Yo espero subir algo la próxima semana.
Saludos
Carla Renée -
Au revoir, et bon chance!